Escritos adrenalinicos de enfebrecida imaginación
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jueves, 29 de abril de 2010

El muelle y el barquero

Despues de 2 años, estoy muy pronto a volver.
Dejé de escribir por mucho tiempo, me perdí por mucho más. Atravecé mi infierno, y volví arrastrando las cadenas de mi condena. Pero me estoy volviendo libre, mas libre que núnca. El desierto y el frio no podran retenerme más.


Buenos dias, lector/a, espero te agraden mis burbujas. La siguiente es un fragmento de la última obra que comencé a escribir el día de hoy. Mas adelante continuaré narrandola, el título de la historia completa será (creo...) "La Joya de Sueños"

Saludos,
El lobo, El ilusionista.





El muelle y el barquero

La niebla cubría casi todo el muelle, apenas se podía ver el agua bajo las negras maderas mohosas que crujían al caminar. El lago estaba tranquilo, sin el más mínimo movimiento. Había un hombre viejo parado en la punta, vestido con un traje negro gastado observando con cierta desesperanza hacia la nada. Tenía un sombrero de copa alto entre sus manos que limpiaba desganado con sus guantes de puntas cortadas. Distraído, pasó la yema de los dedos por el barquito de metal que lo adornaba y que fue alguna vez dorado, y ahora no era más que una pieza oxidada y quebradiza. Su delgado rostro contaba ya con algunas arrugas y su cabello era completamente blanco, había perdido gran parte del que cubría su frente y se le enredaba largo en mechones casi hasta el cuello. Se colocó el sombrero y estuvo a punto de dar media vuelta cuando algo le llamó la atención, una pequeña sombra entre la niebla. Se paró completamente en el borde de las maderas, trastabilló algunas veces para no caerse al lago tratando de vislumbrar mejor el contenido del barquito a remos, y abrió bien grandes los ojos cuando vio a la pequeña dentro. Se frotaba las manos con su abrigo azul de terciopelo que la cubría hasta debajo de las rodillas. El barquito avanzó despacio hasta golpear débilmente el borde del muelle, y el hombre no dejaba de asombrarse y observar hasta el más mínimo detalle de la pequeña. Debía aparentar unos doce años, tenía el cabello largo hasta casi tocar los hombros, hermosamente desordenados y de un tono castaño apenas claro. La capucha del abrigo apenas dejaba ver unos pequeños labios preciosos y una linda nariz. Los botones del abrigo eran de color negro y los bordes estaban hechos de una piel muy suave de pelaje largo.
-¡Una Soñadora! ¡Maravilloso! Permítame introducirme, señorita, -dijo extendiéndole la mano para ayudarla a subir al muelle- Yo soy El Barquero, el recibidor de las conciencias durmientes que desean entrar a este maravilloso reino de fantasías. Espero sepa disculpar el lamentable estado del muelle, del barco, de... Hem... mi traje... la niebla... uh... el paisaje... Todo, aparentemente. -mientras se presentaba, el tono del barquero disminuía y se volvía más triste y desesperado.- Es que... bueno, hem, hemos tenido algunas complicaciones. Si, complicaciones. Hacia ya mucho "tiempo" que no recibimos nuevos soñadores. Pero en fin, aquí estas, o casi, vamos, vamos, arriba, cuidado con ese escalón, y ¡Voilá! Bienvenida, señorita, -dijo haciendo una reverencia con su sombrero- ¡Bienvenida al Mundo de los Sueños! ¡Ta-da!
La pequeña se quedo observando muda al barqueo que miraba con cara de desorientado como esperando algo y tratando de mantener la sonrisa.
-Dije: ¡Bienvenida al Mundo de los Sueños! ¡Ta-da! -Repitió el barquero, quedando otra vez mirando hacia todas partes con las manos extendidas como si intentase presentar algo que no estaba. La pequeña lo miro sonriente y aplaudió despacio una vez con cierta confusión.
-No, no, espere, déme un segundo, solo un segundo. Deje que lo intente una vez más. Este lugar ya no es lo que era. -el barquero hablaba con murmuros gruñones mientras se acomodaba el sombrero, sacudía el polvo del traje, y se ajustaba los guantes.
-Muy bien, Vamos a ver, aspiramos hondo y ¡Bienvenida al Mundo de los Sueños! ¡TA-DA!- y cuando el "da" salio de su boca un pequeño y débil cohete de chispas salió de una de sus manos, se elevó un metro en el aire, hizo un débil ¡puff! y cayo como una pequeña pirita humeante de cenizas justo en el zapato del barquero. -Demonios. Este lugar ya no es lo que era. Supongo que me tendré que conformar. De cualquier forma, bienvenida, como ya le he dicho, yo soy el introductor, el guía temprano, el Barquero para mis amigos. ¿Y tú, pequeña sonriente, quien haz de ser? ¿Hablas, verdad? Dime que hablas, me pongo nervioso cuando mantienen mucho silencio. No me gusta el silencio en las personas. Por eso hablo mucho. -El barquero hablaba veloz, casi tartamudeante, y la niña trataba de articular una palabra entre los ínfimos espacios que dejaba el hombre.
-No lo se -dijo ella con una dulce voz-
-¡Lo sabia! No sabes hablar. No te preocupes, solo asienta con la cabeza si te pregunto algo.
-¡No! Quise decir que no se mi nombre, no que no se hablar- La voz de la pequeña sonaba divertida, le causaban gracia las expresiones del barquero, pues sus extremidades delgadas y largas iban de aquí para allá constantemente imitando cada palabra.
-jeje, perdón. ¿He? ¿Cómo que no sabes tu nombre? Debes tener un nombre.
-Pues no lo se. ¿Donde estamos?
-¿No estabas escuchando cuando te dije que era el Mundo de los Sueños? Estos jóvenes de hoy en día.
-Si, pero ¿que es el Mundo de los Sueños?
-Ha, por supuesto. Es el lugar a donde se dirigen todas las conciencias cuando sueñan, cuando imaginan, cuando traspasan las barreras de la realidad. Vienen aquí a vivir sus sueños. O lo que queda de ellos.
-¿Aquí?- preguntó la niña, mirando el aspecto derruido del viejo muelle. Habían hecho algunos pasos y ahora podía ver el gran cartel que alguna vez adornó el muelle. Colgaba de un arco de metal de unos seis metros de alto, algunas de las letras habían caído hacia mucho tiempo atrás y las que quedaban, cubiertas de moho y óxido, no parecía que fuesen a durar mucho más.
-Si. Aquí. -dijo el barquero en un tono serio, la sombra de su sombrero le cubría gran parte del rostro que miraba el viejo cartel chirriante. -No fue hace mucho tiempo que esto estaba lleno de vida y colores. Los soñadores iban y venían en barcas de todas formas y tamaños, adornadas con oro, con flores, con velas de seda y no remos quebrados. Pero dejaron de venir. Este lugar calló en el olvido, como todo lo demás. El mundo cambió. Esta oscuro y frío, hay miedo y temor en los caminos. La niebla cubre el paisaje como la desesperación oculta los corazones de los soñadores. Pero no te preocupes, no es toda la tierra así. -dijo en un tono más tranquilizador.- todavía quedan muchos lugares que se resisten al reinado de la oscuridad. Ven. Tenemos que registrarte primero.
-¿Registrarme?
-Si. Una pequeña... Hu... imposición de nuestro... regente.
El barquero hizo una sonrisa claramente sarcástica y se acercó un barril lleno de tubos rojos. Tomó uno y lo guardó en uno de sus bolsillos, y a otro lo sostuvo en alto y le giró la base. Un fuego rojizo de gran luminosidad comenzó a brotar y el barquero empezó a caminar.
-Vamos pequeña, tenemos que caminar un poco para llegar a la aduana de sueños para registrarte. Mientras más temprano lleguemos, mas temprano terminaremos. Es un trámite engorroso. Aunque debería estar vacío. Espero que no demore. Odio los trámites. Odio las esperas.
Siguieron camino por un tiempo, primero por un caminito de tierra apenas marcado, luego por un sendero de piedras lisas, y luego tomaron una calle asfaltada y con veredas. La pequeña no vio nada de tránsito en ninguno de los caminos, y le llamó la atención que no hubiese más que niebla tras las rejas que se encontraban a los costados de la vereda. El barquero le dijo que hubo una época en la que todo eso eran casas, mansiones y parques, pero que ahora había desaparecido todo. Solo la niebla permanecía, impasible, espesa e inamovible.



miércoles, 28 de noviembre de 2007

En mi Sueño



-¡Despierta niño! ¡Oye niño, despierta! ¿Que haces ahí tumbado, con la camisa abierta de esa forma?

El joven, no tan niño, abrió los ojos despacio, tratando de recordar. Mareado y muy desorientado se acarició el pecho en el lugar que le dolía, justo donde solía estar su corazón. Cerró su camisa negra, ocultando la cicatriz, y miró hacia el cielo, de donde provenía esa extraña voz. Asomaba por sobre el horizonte el gigantesco rostro de una mujer de muchos años, de cabellos coloridamente rojizos y enrulados.

-He, disculpe, señora.-
dijo el joven-Pero yo tampoco se que estoy haciendo aquí. La tormenta de anoche me dejó algo perdido, y mi pecho me duele.

-Pues yo estoy buscando mis estrellas. Deje a Luna, la mayor y mas brillante para que las cuide, pero se escapó a perseguir el sol, y algunas estrellas se perdieron en la tormenta. ¡Deben estar desperdigadas quien sabe donde! Castigaré a Luna ni bien la vea.

-Mantendré mis ojos abiertos por sus estrellas, señora. Si encuentro alguna, ¿a donde las devuelvo?

-¡Pues al cielo, ¿a donde mas?! Diles que Noche anda buscándolas. Ten cuidado, jovencito, debo irme porque estoy cansada y ya casi llega Amanecer.
-Ho, Adiós, señora. -Dijo el joven, y luego comenzó a caminar. Con los pies agotados, siguió el extraño sendero verde por algún tiempo. "¿A donde me llevará este?", se preguntaba constantemente. No se sentía seguro en ningún lugar que no fuera su hogar, pero, ¿donde quedaba su hogar? ...
-Zzzzz... Ziento un extraño zerca, ¿Quien erez, cara de perro?- dijo una voz sibilante.
El muchacho miró sorprendido a la izquierda, a la derecha, arriba, buscando en el enorme campo verde la procedencia de tan peculiar sonido, hasta que encontró un pozo casi bajo sus pies.

-Ho, por poco caigo.
-Zi, por poco, cara de perro.-
dijo el arreglado personaje de cuerpo alargado y multicolor que salía del agujero. Con el pelo muy peinado hacia ambos lados, la sonrisa muy deslumbrante y sus ojos muy oscuros, parecía querer ocultar sus intenciones.

-¿por que me dices cara de perro?

-Velo por tu mismo, perro, mira tu reflejo en el agua.
Con desconfianza, se acercó a un charco de agua y observó entre el barro una imagen algo confusa. Primero un hocico, grande, y negro, y lleno de dientes afilados. Segundo, unos ojos tranquilos y cansinos, y al final, justo donde terminaba el reflejo, orejas peculiarmente triangulares y puntiagudas. Se apartó luego de unos minutos, casi decepcionado de si mismo.
-Azí que dime, cachorro, ¿que hacez aquí perdido?

-Estoy buscando algo.

-¿Ho, acazo no lo eztamoz todoz? -replicó rápidamente el gusano.-Dime algo máz.

-Mi hogar, creo. Pero no se donde debo ir.
-Lejoz, zeguramente. La tormenta los deja a todos muy lejoz y perdidoz, pero no a mi, no, yo tengo mi agujero. Zi el zielo ozcureze, ocultarze me funziona muy bien.
El joven lo miro extrañado. ¿Ocultarse? ¿Funcionaria ocultarse la próxima tormenta? No, había algo que no le gustaba, que no le parecía del todo correcto en tanta estabilidad.
-Pero, ¿si tu estas allí, mientras el mundo cambia, siempre en el mismo lugar, no te aburres?
-Ezo, no te intereza, cachorro.-contesto el gusano enfadado. -Ez mi forma de vivir. Hay muchaz cozaz que tampoco cambian, y no por ello son aburridaz. Mira el brillo de laz eztrellaz, ez ziempre el mizmo y nunca me canzo de verlo. Ezpecialmente la eztrella del zur, ez la maz bonita.
-Te tengo malas noticias, pues hace un momento Noche misma fue quien me dijo que la tormenta sacudió hasta las estrellas. Ni siquiera ellas son ajenas al cambio.

- ¡Ho No! Que tragedia. Debo partir ahora mizmo, la eztrella del zur podria eztar perdida! Zi cayó, debe eztar hacia el oezte.

- ¿Partir? ¿estrella? ¿Oeste?

-Ven muchacho, ven, nezezitaré de tu ayuda para encontrarla. Y tal vez zepamoz donde puede zer tu hogar.

El joven dudó, pues no creía encontrar su hogar hacia el oeste, pero viajar solo y desorientado, no puede ser mejor que viajar mal orientado y casi bien acompañado. Caminaron (o se arrastraron, dependiendo el caso) en la dirección apuntada, ambos con ojos muy abiertos, el joven perro y el gusano multicolor. No les tomó mucho tiempo divisar algo lejano, con un brillo muy deslumbrante.
-¿Crees que sea la estrella?

-No, muchacho, zze mueve demaziado. Y no ez un zolo brillo, son muchoz juntoz. ¿Que zera, que zera? Vamoz a ver.
Pronto comenzó a entender lo que el gusano le refiera, pues allí habían muchas luces pequeñas que iban y venían, danzaban y revoloteaban, todas de colores violáceos, fucsias, y rosados, pequeñas alitas juntas de a pares que parecían las flores perdidas de un jardín aéreo.
El joven se acercó, maravillado, hipnotizado, con los ojos perdidos entre tanto movimiento.
-Quieto, cachorro -Dijo el gusano enredando su brazo- Laz cozaz bellaz ziempre tienen un prezio.
Y así era, pues no tardo mucho en aparecer un extraño sujeto, muy bajito, casi del tamaño de una media de deportista. Tenia manitas como de bufandas finas, y por el hueco de arriba apenas asomaba la mitad de una extraña cabeza anaranjada, con los ojos amarillos y pequeñitos.
-No dezido zi me recuerda una jugoza naranja o un canario hambriento de mí-Susurro por lo bajo el gusano, temeroso de que si se caía la abrigada media descubriera un amenazador pico.
-¡¿Quienes son ustedes?! -dijo una voz chillona he irritada- ¡¿y que hacen entre mis mariposas?! ¡Aléjense, aléjense, shu shu! ¡Sobre todo tu, lobo, aléjate!

-Pero.. pero...

-¡Pero nada! ¡Shu, SHUUUU! ¡Vienen a robarse mis bellas mariposas! ¡Y con lo que me costo juntarlas después de la tormenta! -
gritaba la pequeña bolita de lana agitando sus manos como si fuese a asustar al no tan pequeño cachorro.

-¡vamonoz, por favor, antez de ver zu pico! -
el gusano estaba tan asustado, que se había enredado todo a lo largo del brazo del joven perro, quien permanecía sereno y valiente al refunfuñeo del enano. Le parecía entretenido semejante despliegue de actividad, y las mariposas eran mucho mas llamativas.

-Dime, ¿eres su guardián? -Preguntó curiosamente.
-¡¿Que te importa a ti?! ¡Si son mías o si las robe no es tu asunto! ¡Eres un perro! ¡¿que sabes tu de ser un guardián?! -Contestó la pequeña bolita, y no tardo mucho en darse cuenta de la trampa del lobo, quien cambió drásticamente su carita de cachorro desorientado por un amenazador gesto, mostrando los dientes, estirando hacia atrás las orejas, babeando y salivando agresivamente por carne.
-No existen mejores guardianes que los canes mismos, ¡Pajarillo ladrón! Grrrr... ¡Gruaf Gruaf! -Y ladrando y gruñendo se arrojo encima del enanillo, quien corrió y corrió, rogando no tropezar con su abrigo y que sus torpes patitas cortas le diesen suficiente carrera para librarse de la furia de semejante bestia. El lobo se detuvo a pocos metros, y lo observó alejarse y alejarse, y alejarse, hasta convertirse en un punto mas de la línea del horizonte.
-Enorme dezpliegue de valentía, joven lobo-dijo el asustado gusano, que poco a poco se desenroscaba de su brazo y tranquilizaba.
-jijiji, si, muchas gracias, joven lobo.-dijeron muchas voces en tonos dulces y melódicos.-ese pajarillo nos mantiene cautivas desde que termino la tormenta. Nuestra guardiana se perdió y todavía la estamos buscando.
-Puez nozotroz buzcamoz una eztrella, ¿han vizto alguna?
-ji ji, estrella, estrella... ¡Ha! Hemos visto algo, pero no sabemos si era una estrella. Aunque parecía serlo, era brillante y dorado. No esta muy lejos de aquí, si todos volamos.
-Disculpen, bellas señoritas, pero ¿Como pueden volar un perro y un gusano?

-Pues hagan lo mismo que cualquier ser humano, ¡Monten una nube de ilusión! Es fácil, solo súbanse.

El perro la miro extrañado, y al ver al gusano entendió lo que estaba pidiendo. El alargado amigo comenzó a mirar hacia arriba, y cerrando los ojos, concentro todas sus ilusiones en encontrar esa estrella, que tanto brillo daba todas las noches, y pronto apareció del cielo una nube con forma de oveja, con hermoso lazo rosado y pequeñas alitas como mariposas en cada pata. El joven intento he intento, se concentro todo cuanto pudo, hizo hasta fuerza, pero no logró juntar una sola ilusión.

-¿que paza, cachorro?
-Un lobo sin ilusiones, extraño eres. -Dijeron las voces dulces en tonos de canción. -Pero no te preocupes, la ilusión de tu amigo es tan fuerte, que puede llevarte a cualquier lugar.
Y acto seguido, ambos se subieron a la nube oveja, el gusano enroscado en el cuerpo del joven lobo. Volaron y volaron, entre miles de otras ilusiones extrañas que el joven miraba con melancólica, preguntándose porque no tenia él una ilusión. De entre su ensueño, diviso a lo lejos el brillo dorado que le señalaban las mariposas. Llegaron a un extraño árbol, no muy grande, pero extraño al fin. Parecía seco, y tenia forma de estrella en la punta, muy florecida, y dos ramas curvas la custodiaban, mientras que cada rama siguiente era un línea puntiaguda recta y horizontal.
-¿Es esta una estrella? -Preguntó el inexperimentado joven.
-Maz bien, parezze un árbol.
-Que extraño árbol -dijo el joven.
-No ez un árbol, ¡ez un cardo gigante! jaja, aunque extraño zi, la tormenta trae cozaz lejanaz. Pero noz zervira para dezcanzar un tiempo.
Bajo su sombra, apenas si entraban sus cabezas. Todas las mariposas se relajaron en cada rama, y volvieron colorido el seco cardo dorado, mientras los dos viajeros intentaban descansar sus agotadas piernas, pero por mas quietos que estaban, el piso no dejaba de moverse.

-¿Será por el viaje, que todavía nos sentimos extraños?

-Ezto no ez mareo de vuelo, ¡Ezto ez un terremoto! ¿Que haremoz, lobo?
-Pues, ¡veamos porque se mueve la tierra! -cantaron las mariposas, a quienes no parecía preocuparles tanto como a los dos caminantes. -¡Desde aquí vislumbramos un gigante! Debe ser él quien mueve la tierra. -Dijeron abalanzándose hacia una colinita, en la cual había un enorme hombre, vestido de elegante traje negro, con rebordes dorados, y una colorida camisa roja, que hacia juego con la cinta de su sombrero Bombin negro, y sus botas tejanas. Llevaba una bandeja en la cual posaba una pequeña casita. El lobo y el gusano pronto siguieron a las mariposas, y llegaron tambaleantes junto al gigante.
-Hu! Hola! Buenos días! -Dijo el gigante con voz alegre.-Disculpen ese último sismo, es que casi se cae una casa.
-¿Que estas haciendo moviendo casas, gigante?

-Las ordeno, obviamente. Y no a mi gusto, ¿sabes? Estoy castigado. Mi tía Tlaltecuhtli se enojó mucho porque ayer descuidé estas praderas y todos los hogares se revolvieron.

-¿Tu tía ez quien? -Preguntó el gusano, semejante nombre era muy difícil de pronunciar y debía de ser de tierras muy lejanas.
-Tlaltecuhtli. La diosa de la tierra, aquella de cuyos cabellos se hicieron los árboles, flores y yerbas, de sus ojos pozos, fuentes y cuevas, de su boca ríos y cavernas, y de su nariz valles y montañas... En fin, ella me mando a cuidar estas tierras y las descuidé. Como castigo, debo ordenar de nuevo cada casa y edifico en su lugar. Al menos son pocas. ¿Y ustedes? son un grupo peculiar. Un Joven perro, un gusano, y un montón de mariposas.

-Yo buzco una eztrella, el buzca un hogar, o ezo cree, y ellaz a zu guardián. ¿Haz vizto alguna de laz trez?
-mmm... pues, no. Las estrellas se cayeron del cielo, tu hogar no esta entre mis tierras, y no he visto a ningún guardián mas que a mi mismo.

El joven lobo y el gusano tenían expresión melancólica. Ninguno tenia la mas remota idea de donde encontrar lo que buscaban, y el joven ni siquiera tenia ilusiones.

-Ho, ¿pero porque la cara larga perro? jejej, solo una broma, a ver, déjame pensar. -
Dijo, y tras unos minutos concentrado, su rostro cambio a un gesto de idea.- Recuerdo algo que tal vez le sirva de ayuda. Hace poco vi un brillo en el cielo, el último antes de la caída de las estrellas, un poco mas hacia el oeste por donde vinieron.

-¡¿En zerio?! ¡Puez no perdamoz tiempo! Graciaz gigante, iremoz en eza direczión. -El entusiasmo del gusano era evidente, pues tenia mas ilusiones que nunca. Su nube era ahora mucho mas grande. Pero el lobo seguía con cara de preocupado, y rezagado, no pudo evitar dejarse interrogar por el gigante.
-Dime, cachorro, ¿estas seguro que estas buscando un hogar? la tormenta puede haber sacudido todo, pero tu pareces haber perdido otra cosa.
-Yo... la verdad no lo sé.
-Estas dudoso, muchacho. Ya encontraras lo que buscas. si sabes reconocerte a ti mismo.
El joven no entendió, pero le dio adiós y gracias, y se subió junto al gusano sobre la nube oveja. Otra vez, el viaje resulto en la melancólica imagen de su falta de ilusiones. Mientras el gusano y las mariposas se divertían observando las formas de las gaseosas nubes, el muchacho se quedaba cayado y sin entender demasiado. Para él, había muchas nubes, pero ninguna forma. casi triste, dejó perder su vista en algún punto lejano, tal vez allí donde alguien lo esperaba, con aquello que había perdido.

-¡Cuidado! -
Gritaron muchas voces, pero el lobo estaba tan absorto, que no escucho la advertencia, y no tubo oportunidad de evitar chocarse contra el hilo de la soga, y tras agarrar algo cayó de bruces en la tierra. El golpe fue duro, si, pero no se daño demasiado. Tardó algunos segundos en darse cuenta que estaba boca arriba, y que el bulto en sus manos se movía.
-Miiiaaaauuu.... miaaauuuu...
Una dulce gatita asomaba por entre los dobleces de un viejo pañuelo, y lamía el hocico del maltrecho joven.

-Hay.. hay... me dolió... -Dijo sentándose- ¿Estas bien gatita? Veo que si. Al menos uno de los dos.
-Oye muchacho, ¿estas bien? -Dijo la dama gorda que estaba justo frente a él. -Las caídas duelen. Yo misma me golpee anoche durante la tormenta. ¡Que caída! Y ahora no tengo idea de como volver. ¡Y que preciosa gatita tienes entre manos! Si no eres un cachorro amoroso.
El joven perro tomó unos segundos de silencio, mientras la dama hablaba, y hablaba, y hablaba, sobre como estaba tan tranquila ella anoche, y como la tormenta la sacudió a ella y a muchas de sus hermanas, y como se cayo, cuando por fin el cayó en la cuenta de quien era la dama de dorado brillante en frente suyo.

-Disculpa -Dijo el cachorro, tratando de que por un segundo la dama lo dejase hablar.-Disculpa, ¿eres una estrella? ¿Eres la estrella del sur?
-¡Pues obvio que lo soy! ¡¿Quien brilla tanto como yo, si no?!
El gusano, que no pudo evitar que su amigo cayese, se apresuro a bajar con su nube oveja, seguido de montones de mariposas, y su sorpresa fue enorme cuando por fin llegó y escuchó la conversación.
-Hooo, no puedo creerlo, erez tu. Por fin, por fin, tanto hemoz buzcado por ti.-
Dijo emocionadamente, sus ojos brillaban de alegría y sus sonrisa era aún mas grande que de costumbre.- ¡Ho! ¿Eztaz bien cachorro? -Preguntó casi avergonzado por el descuido.

-No importa, estoy bien, ¡pero la encontramos!
-¿Me han estado buscando? -Preguntó la dama gorda, con mucho orgullo.
-Ni bien noz enteramoz que habiaz dejado de brillar en el zielo, ho, prezioza eztrella. Tu brillo me ha iluminado tantaz nochez, y tantaz vezez me ha alegrado, que me preocupó el no verte maz, puez ninguna de tus hermanaz, ni ziquiera la ezcurridiza luna, ez tan hermoza como tu- Dijo el gusano, acercándose a la brillante dama.
-Hojojo, eres muy hábil, y peculiar, para un gusano. Hasta eres divertido. Muchas gracias por buscarme, estoy bien, Me agrada la tierra. Es un lugar interesante. ¡Suceden muchas cosas raras!

-Noche me pidió que le dijese que las está buscando.

-Ho, muchas gracias, muchacho. Y para ti, precioso gusano, tengo algo especial. Y sin decir mas, se acercó al gusano, y dejándose enroscar por el, le dio un beso las mejillas. -Nos volveremos a ver, encantador, ya pronto bajare a visitarte, algún día que pueda escapar de la estricta noche.- Dijo, mientras poco a poco su brillo la elevaba a su hogar.
-Se fue. -Habló el joven, con cierto dejo de desilusión. -Tanto esfuerzo que has hecho, ¿y se fue?
-Pero dijo que volvería -Contestó el gusano, sonriente de oreja a oreja, y muy alegre, pues había encontrado lo que tanto buscaba. -Y mi hogar esta justo aquí, y esta noche la veré brillar, y sabré que aunque todos la vean, ella brillará solo para mi.
Muy conmovido, el joven se hizo a un lado, y se sentó. Miró hacia el cielo, hacia donde había partido la dama, y desde donde él había caído, y diviso lejanamente, un nube que se acercaba. había sobre ella, una preciosa joven, con bellas alitas de luciérnaga sobre la espalda. Tenia el cabello de color dorado y muy bonito, y sus gestos y facciones delicadas deslumbraban tanto como todas las mariposas y estrellas juntas. sin embargo, y entre tanta belleza, su rostro estaba enojado.
-Tú, espantoso lobo, y tú, inservible gusano, ¡han sido ustedes quienes robaron mis mariposas durante la tormenta! ¡Y encima te atreviste a robar de mi propia soga, la gatita y el pañuelo que encontré después de la tormenta! Vuelvan a mi, señoritas, y dejen a estas criaturas terrestres donde pertenecen, en el barro.
-Disculpa, Hija de las Luciérnagas, -Se apresuró a decir una de las mariposas- Pero ellos no fueron. El es culpable de rescatarnos de un pillo pajarillo, y de convertirse en guardián y salvador de las mariposas.
-Solo choque contra tu soga sin querer -
Dijo agachando las orejas.

-Y él, -siguió la mariposa- puede que sea un gusano, si, pero es carismático, y ha sido el consejero de nuestro guardián, guía sabio que encontró una estrella y la devolvió al cielo para que brille donde todos la vean.
El gusano, que se sentía lleno de orgullo, pues que otro gusano era defendido por mariposas, besado por las estrellas, y reconocido como sabio, se erguía cuanto podía al lado de su amigo, quien se mantenía melancólico y con las orejas bajas, y la vista fija en la Hija de las Luciérnagas. La bella joven se tomo unos segundos para pensar, mientras su rostro cambiaba de enfadado, a indiferente, de indiferente, a sereno, de sereno, a sonriente.
-¿Han hecho tanto en tan solo lo que dura un sueño? -Tenia la misma hermosura que las mariposas en la voz, daba la impresión de que entonaba una melodía dulce mientras hablaba.
-¿Mencionamos que no le temen a los gigantes? Han hablado con el sobrino de
la Diosa de la Tierra, y ninguno lo hizo temeroso. -Dijo una de las más grandes mariposas, que revoloteaba cerca de los oídos de la bella joven.
-Entonces, deberían venir un momento conmigo. Súbanse a su nube oveja, y síganme.
Ambos volvieron a montarse en el gaseoso animal, que ahora no dejaba de balar, pues la ilusión del gusano era enorme.
Llegaron hasta una soga, la misma que había chocado el cachorro, en la que habían muchas cosas secándose, una cometa, un par de zapatos, algunas ventanas, un cometa, y muchas otras cosas, y al joven le llamó la atención una en particular. Un reloj de arena rajado, que contenía una torta de cumpleaños dentro.
-¿donde encontraste tantas cosas? -
Preguntó el joven.

-Ho, aquí, por allí, por allá, la tormenta dejó muchos escombros. Quiero darte esto a ti. Te será útil. Siempre que quieras llegar hasta las estrellas, usa un cometa.-Y en gesto de agradecimiento, le entregó al gusano el barrilete con forma de estrella fugaz.
-Ho, graziaz, prezioza Hija de laz Luziernagaz. Zeguro me zera útil.

-Y para ti, joven lobo, no se que darte. Tu camisa parece rasgada, ¿por que no buscas algo que te quede?
-En realidad, quiero esto -
Dijo tomando el reloj rajado.- Siento... siento que es mío.

La joven lo observó bien, y sin dudarlo, le desabrochó la camisa, he introdujo en un segundo el reloj que contenía una torta. La cicatriz del lobo brillo unos instantes, y luego se cerro como si fuese una herida hecha hace mucho tiempo atrás.
-Era tuyo, si, era tu corazón. Lo perdiste durante la tormenta, joven lobo.

El joven, sorprendido, ahora sentía muchísimas cosas. La Hija de las Luciérnagas tenia un brillo especial y atrayente. El gusano ya no le causaba desconfianza, si no mas bien todo lo contrario, sentía que dejaría sin dudar la vida en sus manos (o en su habilidad para enredar cosas, pues era un gusano). Las mariposas eran divertidas y graciosas, y su baile transmitía alegría. Las nubes tenían formas de muchas cosas, en todos lados veía dragones, ovejas, sapos, reyes, gigantes, casas, ¡Podía encontrar cualquier ilusión entre las nubes!
- ¿Por que era un reloj rajado, con una torta dentro?
- Carente de tiempo, tu corazón es eterno. y contiene una esencia dulce de recuerdos felices.

martes, 17 de julio de 2007

Capitulo 3 "Ojos Verdes"

"Ojos Verdes"

-Le disparaste.-
Su voz suena tan tranquila, y yo estoy tan asustada. No se que hacer, estoy... estoy tan confundida. Su abrazo es tan firme, él nunca fue fuerte, ni es muy grande, pero su hombro esta a la altura exacta en la que puedo reposar mi cabeza sobre el, y sus brazos me sostienen con tanta seguridad, que siento que nada ni nadie puede alcanzarme. Miro por un segundo su distante rostro, tratando de descifrar que esconde tras esos anteojos y ese uniforme de conductor, pero me desvio, temerosa de encontrar la respuesta que deseo.

-Esta bien. Yo te cuidaré. No te preocupes. -Atónita, escucho su respuesta y apenas si me contengo. Todo en él me trae confianza, la tranquilidad de su voz, la mirada paciente a través de sus anteojos, el perfume que siento mientras hundo mi nariz en su cuello, aguantando el llanto, escuchando su corazón latir cerca de mis manos entrelazadas sobre su pecho.
-Ahora, dime que pasó. Por favor.
Me tomo unos instantes, escondiendo mi cara en su hombro, no quiero verlo a los ojos, y sentir ese deseo, ni saber lo que piensa. Empiezo a hablar entre sollozos, algunas veces murmurando, otras veces acelerando histericamente.
"Fui al despacho de mi padre. Nunca pensé.. nunca pensé que él... Entré en su oficina, y traté de esperarlo sentada, pero estaba muy alterada. Y él... entró desesperado, lleno de pánico y nervios, murmurando cosas incomprensibles. Traté de preguntarle que sucedía, contarle que me había pasado, pero él, él me no escuchaba. Él solo quería salir de ahí. Revisó los cajones de su escritorio, de forma tan desenfrenada que al no encontrarla los arrojaba... Revolvió los papeles, las carpetas, las fotos, todo, una y otra vez en el piso, hasta que un momento la encontró, y se quedo quieto, mirándome. Arrodillado sobre una pila de papeles, con esa... esa... mirada, llena de arrepentimiento, de nervios, de pecado... Yo... no sabia que hacer... él.. temblaba mientras la sostenía, su caja de habanos... Dijo..."Lo siento, no quise, realmente no quise. Pero, así fue. Tuve que hacerlo. No me quedó opción."
Entonces él entro, con su rabia imparable, su sed de venganza. Jamas había visto a nadie así... yo no entendía.. no entiendo... que sucedió.. porque lo hizo... Entró, apuntando su arma, hablándole a mi padre...Nunca me sentí tan asustada...
-¿Crees que puedes traicionarme de esa forma? -Su voz sonaba tan fuerte, tan grave, casi como si gritara.
-¡No! nunca quise... no tuve opción, yo debía... ellos.. solo.. Dios, lo siento tanto... -El débil balbuceo nervioso de mi padre no serviría de nada. Ese hombre se había convertido en un demonio sediento de muerte.
-Muere.-Fue todo lo que dijo. Era... era como una niebla densa, tan.... oscuro, y tranquilo. Él.. él iba a matarlo.. sentí... pánico.. tenia que hacer algo.. Tomé el perchero y lo golpee en la cabeza con todas mis fuerzas... ¿Que podía hacer? Era mi padre! Aproveché el momento de confusión, tome el brazo de mi padre y salí corriendo. Estaba tan preocupada por él, estaba tan viejo. Apenas si llegamos al elevador del pasillo y el ya jadeaba, con la vista fija en la cajita de madera que sostenía con sus inseguras manos.
Entonces.. entonces él... me empujó dentro del ascensor.
-Perdón... Perdón... pero debes huir... ahora.. dejame aquí... no importa.. vete...
Y lo vi... parado allí.. con la mirada tan triste, y arrepentida. Y me di cuenta, sentí que el iba a...Las puertas se cerraron. Me sentí desesperada, allí, arrojada sobre el piso del ascensor. al lado mio.. la caja.. la caja estaba conmigo. Yo sabia lo que papá guardaba allí, nunca me gustó. La tomé... y presione el botón para abrir las puertas, tomaron una eternidad para abrirse. No creía lo que estaba haciendo.. lo que estaba apunto de hacer... Apunté con el arma de papá hacia adelante. Estaba temblando de miedo. Cuando por fin se abrieron, lo vi en piso, de espaldas a mi, temeroso, pero todavía con vida. Pude observar cuan nervioso estaba por el cuello de su saco mojado en sudor. Tenia la mano levantada intentando protegerse, pero el otro... estaba encima, apuntandole, golpeándolo... Yo... vi... vi... la sangre y... me quedé quieta.. mirándolo a los ojos.. sus ojos.. llenos de dolor, de furia. Y él... debió haber visto el arma de papá en mis manos, y reaccionó. Intento dispararme pero yo... me entró pánico.. hizo un movimiento brusco y yo... disparé primero. Empezó a brotar sangre, y mi visión comenzo a desenfocarse.. se torno difusa, borrosa... Algo.. caí de nuevo en el elevador, enferma, mareada, a punto de desmayarme... no podía creerlo, era la segunda vez que debía dispararle a alguien..."
-Oí un grito... -Los pelos se erizan de solo recordar ese momento, y me invade la tristesa. Si no estuviese abrazada a sus reconfortantes brazos, romperia en llanto. -Oí un grito de mi padre. Y dos disparos más. Cuando el elevador se detuvo en planta baja, no supe que hacer. Corrí, corrí lejos. ¡Lo abandoné! ¡Lo dejé allí, a merced de ese.. ese.. asesino..!
-Esta bien. No te preocupes. No tuviste opción.- dice él, mirándome a los ojos, a mis verdes ojos, llenos de lágrimas, inundados de pena y tristeza, y acaricia mis cabellos, tratando de calmarme. -Ya está hecho. Estas segura aquí, conmigo. Solo... descansa. Te sacaré de aquí, te llevaré donde sea seguro.
Apenas puedo creer cuanto me atrae. Él, siempre tan amable, tan educado, sus manos siempre conduciendo el auto de papá, siempre llevándome a lugares seguros. Su dulce voz, su silenciosa y tranquila compañía, su rostro sereno y atractivo, tan cerca.. tan cerca al mio... sus labios... solo a unos pocos centímetros... Mis manos sobre su pecho sienten su corazón, por primera vez acelerado, mientras nuestros sentimientos se unen liberando pasiones. Cuando él termina de besarme, mi pena es tanta que las lágrimas brotan sin control, y mi sollozo se convierte en llanto. No necesito verlo, para saber que su mirada esta baja, para notar la tristeza de sus pensamientos. Por alguna extraña razón, ya no me preocupa nada. Solo me dejo llevar, ardiendo a cada beso, cada caricia, cada mirada suya, dejando pasar la noche en bajo el entumecimiento de mi apetito por su amor, satisfaciendo cada delirio de mi alma, supliendo mi sufrimiento con la felicidad que me otorga.

Despertamos en la mañana, la habitación del hotel esta azul por el tardío amanecer, y una espesa niebla cubre cada rincón visible de la ventana. El me acaricia, y se viste en silencio. Un minuto mas tarde, hago lo mismo. Cuando termino de arreglarme, lo encuentro sentado en la cama, con la mirada fija en una cajita de madera, perfectamente decorada, con la tapa de dorados rebordes abierta.
-Deja esa arma, y huye conmigo. Por favor... -digo, y cierro la cajita mientras lo beso despacio, pero él... esta diferente.
Sin una palabra, bajamos a la puerta del hotel. El abre la puerta de un taxi, y me dice algo al oído.
-Sube. Toma un tren, yo te seguiré luego. Te quiero, pero debo arreglar algunas cosas si queremos huir.
Su mirada... es tan igual a la de mi padre, en el ascensor. Esa mirada apenada, triste, casi arrepentida. El taxi se aleja, adentrandose en la niebla. Y yo solo puedo mirar atrás, preguntándome si lo volveré a ver, deseando decirle que lo quiero, que vuelva a mi. Lo veo desaparecer entre la niebla, escondiendo algo. ¿Habré llegado a tiempo esta mañana, para impedir que tomara su arma? Una lagrima asoma por mi mejilla, mientras yo ruego que el destino no lo encuentre, ese triste destino de aquellos que se sacrifican para proteger a alguien.

sábado, 14 de julio de 2007

Capítulo 2 "Memoria de Traición"

"Memoria de Traición"

El mareo es tan grande que apenas me percato de estar sentado. No puedo ver bien, ¿Donde deje mis anteojos? tal vez en suelo... Aquí están, al lado del freno. Hay vidrios rotos por doquier, y ¿esto es un volante? Debo haber chocado por esta densa niebla. Todo el cuerpo me duele, y tengo la senasación de que mi cabeza se comprime. Todavía corre adrenalina por mis venas, puedo sentirlo, mis manos tiemblan nerviosamente mientras trato de colocarme los anteojos. La puerta del auto se abre facilmente, y tan pronto como coloco un pie fuera del vehículo, me doy cuenta de que no llegaré lejos, no con esta herida de bala en mi pierna... un momento... ¿me dispararon? ¿Quien? ¿Cuando? Me levanto, sosteniéndome con mi mano sobre la puerta. Algo esta mal. Estoy aterrorizado, quiero largar a correr, pero.. hay algo... que me retiene, algo más que el malestar en mi mente y el zumbido en mis oídos. Debo hacer algo, detener a alguien. ¿A Quien? ¿Por qué? Miles de preguntas surcan mi mente a punto de estallar, y lo único que puedo pensar es en esos atrapantes ojos verdes... ¿A quien pertenecen? A ella... Si.. la recuerdo bien, es tan hermosa. Recuerdo... recuerdo su bello rostro, ¿arrepentido?, no, apenado, la culpa no era suya. Tengo que impedir que él... ¡Eso es! Mi arma, ¿donde la habré perdido? No esta en el piso, por mas que revuelva los cristales rotos, ni en el asiento trasero. ¿Donde esta? ¡La necesito! ¿Donde esta? ¡En mi abrigo! En el bolsillo... La fría piesa de metal negro esta demasiado liviana, aún para lo pequeña que es. Chequeando el cargador solo quedan dos balas. ¡Maldición! ¿Por qué parece estar todo en mi contra? Es el precio de mi traición... No importa, necesito encontrarlo, necesito detenerlo. Pero, ¿Donde estoy? ¡Maldita Niebla! No puedo ver nada. Debo hacer memoria, rastrear mis pasos, tal vez así... Recuerdo... Recuerdo la puerta del hotel, recuerdo subirla a un taxi y despedirla, sus tristes ojos verdes, la lágrima en su mejilla, la manera en que su mirada me dijo "lo siento, vuelve a mi por favor", sin mencionar un sola palabra. Ella desapareció en la neblina mirando hacia atrás, sin saber que yo tenia un arma escondida bajo mi abrigo, y que tal vez no pueda volver a verla. Tal vez sin saberlo, pero sintiéndolo. Me quedé en la puerta del hotel, dentro de mi auto, nervioso. Yo debía disparar primero, debía aprovecharme de su indecisión...

¿Que pasó después? Comienzo a caminar, renguenado, tratando de sostener mi pierna, mirando a través de mis rajados anteojos hacia la callejuela tratando de ubicarme, pero la niebla azul es demasiado densa.
¿Que pasó después? Él entró al hotel, y yo me bajé rápidamente del auto a esperarlo a que salga. Sostenía mi arma en la mano, el arma que él me había regalado hace un tiempo ya. Tenía que convencerlo de que desistiera, de que esto no tenia sentido. De otra forma...
Salió del hotel, usaba un traje gris y sombrero acorde que aunque escondían sus ojos, yo sabia que me observaba con rabia. Pasamos un par de minutos en un aura tensa, hasta que por fin hablé.
-Detente.
-No me traiciones. No ahora. -dijo lentamente, con su voz autoritaria, ronca y feroz.
-Por Favor, hazlo. No tiene importancia ya, ella huyó. No quiero..
-No quieres ¡¿Que?! Le advertiste, me traicionaste.
Yo.. titubié.. no pude.. no pude dispararle bien... Simplemente saque el arma, cerré los ojos, y apreté el gatillo... una y otra vez.... ¿Como pude hacerlo? ¿Como pude dispararle? Aún si se había convertido en un demonio de venganza, él había sido mi amigo. Los sonidos de ambas armas sonaron uno tras otro como gritos desgarradores. ¿Como pude traicionarlo a muerte, a él, a quien me había dado su sangre? Sentí un dolor punsante en mi pierna, y la calides de mi sangre fluyendo hacia mi pie. Abrí mis ojos y vi mi arma humeante, distorsionada por la adrenalina que llenaba mi cuerpo, y por el nervioso temblequeo de mis manos, y corrí. Lo abandoné. Subí como pude al auto, y perdí valiosos minutos en estado de shock, con ambas manos en el volante, antes de darme cuenta que debía encenderlo y salir de allí. Con pánico, me concentre en tomar las llaves y girarlas hasta que encendiera. El rugido del motor se volvió sordo y uniforme, mientras yo me percataba de que él pasaba a mi lado en su auto. Solo pude pensar que el estaba tras ella. Pise el acelerador. Todo se volvió tan confuso. Yo solo trataba de golpear su auto, sin importarme quien o que se atravezase en el camino. Pero no podía ver nada, la velocidad, la adrenalina, mi imperfecta visión. Pasamos tantas calles, tantas curvas, esquinas.... Recuerdo un instante, donde todo pareció congelarse, cuando por fin pude chocarlo de costado, y la forma en que me miraba. Había rabia en sus ojos, rabia hacia mi, hacia el traidor. Si tan solo hubiese podido decirle cuanto lo sentía... Pero el debía ser detenido. Y así fue... Lo avente contra la vereda, hasta que ya no lo vi a mi lado, y luego... choqué.
Ahora lo recuerdo. debe estar por aquí, en algún lado, buscándome. Él no lo sabe, no sabe donde esta ella. Ya casi amanace, y esta niebla no se dispersa, igual que mi dolor. Mi pierna ha sangrado mucho, y no puedo evitarlo, no sin soltar mi arma, y la necesito si quiero detenerlo. Solo me resta esperar, sobre este puente, apoyado en este farol, a que él me encuentre. Y espero ser yo, quien dispare primero.
Triste destino, el de aquellos que pagan por su traición. Triste destino el de aquellos que traicionan, aún por amor.

jueves, 12 de julio de 2007

Capítulo 1 "El Puente"

"El Puente"

Estoy parado en un puente, una vez mas, cerca de donde empezó. La niebla y el alba tiñen todo de un azul oscuro que presagia los segundos que quedan de mi vida. Miro atrás y apenas lo entiendo. Trato de razonar que haré, que debo hacer, y que espera él que haga, pero el dolor es demasiado. La herida en mi pierna me ha hecho perder demasiada sangre, y seguramente me veo pálido y ojeroso. Traté lo mas que pude de sostenerla con mi abrigo negro sobre el corte, pero no logré detener la hemorragia, no si debía utilizar mi mano izquierda solamente (mi mano derecha sostiene la única esperanza de arreglar esto, una Beretta con dos balas de 9mm).
¡Ho! estúpido mi, ¿como lo has permitido? Escucho pasos, del otro lado del puente, donde dejé mi auto inservible. Espero todavía poder apuntar, aún con los golpes en mi frente, con mis anteojos rotos, y con el mareo. ¡El mareo! Es tan fuerte, temo no poder resistir mas.
¡Aclárate niebla de una vez! Levanto mi mano y estiro mi brazo, mientras ruego no tambalear del fuerte apoyo que me da el único farol de luz (que ya no funciona en esta hora del amanecer, pese a la maldita niebla que lo cubre todo.)
Muestrate! ... ¡Cobarde! traidor... Tú....
Mi mente se inunda de recuerdos... ¡No! Déjalos a un lado. No te servirán. Detenlo. Sea quien sea. Debes detenerlo. No puedes... simplemente dejarlo. Pero prometí... Prometí mas cosas de las que podría cumplir. ¿Que harías tú en mi lugar? Debo romper una de las dos promesas.
Los pasos, el también esta cojeando.
-¡Venganza! Estoy aquí para obtener mi venganza, y !¿Tú te atraviesas en medio?! -Su voz suena seca, ronca y severa. No puedo verlo, pero se que esta herido también. No debo vacilar. El tampoco lo hará. Esta tan decidido... ¿Donde está? Maldita niebla azul. ¡Esto es París, no Londres!
-Llamas mi nombre como traidor a la niebla, como si tuvieses derecho a negarme mi Vendetta. ¡Tú eres quien traiciona la sangre que doné en amistad! ¿Es que acaso te has olvidado?
El hombre no es mi enemigo. Nunca lo fue. Pero... debo detenerlo, nos hemos cruzado erróneamente... esos verdes ojos.. no puedo dejarlos. No, no ha merced de el monstruo en que se ha convertido, sediento de una revancha inútil.
-Dejala. -Maldita sea, estoy tratando de imponerme, pero sueno tan débil.- No lo harás. No lo necesitas. Ella... ya se fue. Y nunca la encontraras. No te muestres. Simplemente... retrocede. ¡Hazlo! Renuncia a esta matanza. Antes.. antes de que ambos estemos...
Tristesa. Sangre. Rencor. Familia. Rabia. Amistad. Todo lo que pensé que importaría se ve reducido a una simple acción. Puedo verlo, através de la linea de los cristales quebrados de mis anteojos. Dejo que mi cuerpo se desplome hacia abajo. Ahora, mas estable, sentado con la espalda sobre el farol, puedo hacerlo. Solo debo presionar...
El ruidoso grito de disparo se escucha en eco, y el humo de dos armas idénticas se camufla en la densa niebla azul. Pierdo rápidamente la conciencia, pues la bala atraviesa mi frente. Veo mi cuerpo, sentado, con ambas manos a los costados, la cabeza hacia atrás, mi frente llena de sangre, y mis anteojos tan rajados, que por suerte impiden que vea mis propios ojos. Mi alma sera juzgada pronto, pero antes me permitiré observarlo tambalear, sujetandose el cuello en silencioso sufrimiento, en un intento por retener la sangre, o tal vez por el dolor. Nunca quise nada de esto, y ya no me importa. Veo en otra dirección, en un tren a kilómetros de este puente y esta maldita niebla del alba, hacia sus ojos verdes, su cabello oscuro, y su rostro de perdón y arrepentimiento, que causaron mi contradicción, mi traición, que tuviera que tomar la decisión de mantener mi honor y mi amistad, o perder la vida en desgracia, por amor.
Triste destino el de aquellos que aman y odian, odian y aman.