Escritos adrenalinicos de enfebrecida imaginación

jueves, 29 de abril de 2010

El muelle y el barquero

Despues de 2 años, estoy muy pronto a volver.
Dejé de escribir por mucho tiempo, me perdí por mucho más. Atravecé mi infierno, y volví arrastrando las cadenas de mi condena. Pero me estoy volviendo libre, mas libre que núnca. El desierto y el frio no podran retenerme más.


Buenos dias, lector/a, espero te agraden mis burbujas. La siguiente es un fragmento de la última obra que comencé a escribir el día de hoy. Mas adelante continuaré narrandola, el título de la historia completa será (creo...) "La Joya de Sueños"

Saludos,
El lobo, El ilusionista.





El muelle y el barquero

La niebla cubría casi todo el muelle, apenas se podía ver el agua bajo las negras maderas mohosas que crujían al caminar. El lago estaba tranquilo, sin el más mínimo movimiento. Había un hombre viejo parado en la punta, vestido con un traje negro gastado observando con cierta desesperanza hacia la nada. Tenía un sombrero de copa alto entre sus manos que limpiaba desganado con sus guantes de puntas cortadas. Distraído, pasó la yema de los dedos por el barquito de metal que lo adornaba y que fue alguna vez dorado, y ahora no era más que una pieza oxidada y quebradiza. Su delgado rostro contaba ya con algunas arrugas y su cabello era completamente blanco, había perdido gran parte del que cubría su frente y se le enredaba largo en mechones casi hasta el cuello. Se colocó el sombrero y estuvo a punto de dar media vuelta cuando algo le llamó la atención, una pequeña sombra entre la niebla. Se paró completamente en el borde de las maderas, trastabilló algunas veces para no caerse al lago tratando de vislumbrar mejor el contenido del barquito a remos, y abrió bien grandes los ojos cuando vio a la pequeña dentro. Se frotaba las manos con su abrigo azul de terciopelo que la cubría hasta debajo de las rodillas. El barquito avanzó despacio hasta golpear débilmente el borde del muelle, y el hombre no dejaba de asombrarse y observar hasta el más mínimo detalle de la pequeña. Debía aparentar unos doce años, tenía el cabello largo hasta casi tocar los hombros, hermosamente desordenados y de un tono castaño apenas claro. La capucha del abrigo apenas dejaba ver unos pequeños labios preciosos y una linda nariz. Los botones del abrigo eran de color negro y los bordes estaban hechos de una piel muy suave de pelaje largo.
-¡Una Soñadora! ¡Maravilloso! Permítame introducirme, señorita, -dijo extendiéndole la mano para ayudarla a subir al muelle- Yo soy El Barquero, el recibidor de las conciencias durmientes que desean entrar a este maravilloso reino de fantasías. Espero sepa disculpar el lamentable estado del muelle, del barco, de... Hem... mi traje... la niebla... uh... el paisaje... Todo, aparentemente. -mientras se presentaba, el tono del barquero disminuía y se volvía más triste y desesperado.- Es que... bueno, hem, hemos tenido algunas complicaciones. Si, complicaciones. Hacia ya mucho "tiempo" que no recibimos nuevos soñadores. Pero en fin, aquí estas, o casi, vamos, vamos, arriba, cuidado con ese escalón, y ¡Voilá! Bienvenida, señorita, -dijo haciendo una reverencia con su sombrero- ¡Bienvenida al Mundo de los Sueños! ¡Ta-da!
La pequeña se quedo observando muda al barqueo que miraba con cara de desorientado como esperando algo y tratando de mantener la sonrisa.
-Dije: ¡Bienvenida al Mundo de los Sueños! ¡Ta-da! -Repitió el barquero, quedando otra vez mirando hacia todas partes con las manos extendidas como si intentase presentar algo que no estaba. La pequeña lo miro sonriente y aplaudió despacio una vez con cierta confusión.
-No, no, espere, déme un segundo, solo un segundo. Deje que lo intente una vez más. Este lugar ya no es lo que era. -el barquero hablaba con murmuros gruñones mientras se acomodaba el sombrero, sacudía el polvo del traje, y se ajustaba los guantes.
-Muy bien, Vamos a ver, aspiramos hondo y ¡Bienvenida al Mundo de los Sueños! ¡TA-DA!- y cuando el "da" salio de su boca un pequeño y débil cohete de chispas salió de una de sus manos, se elevó un metro en el aire, hizo un débil ¡puff! y cayo como una pequeña pirita humeante de cenizas justo en el zapato del barquero. -Demonios. Este lugar ya no es lo que era. Supongo que me tendré que conformar. De cualquier forma, bienvenida, como ya le he dicho, yo soy el introductor, el guía temprano, el Barquero para mis amigos. ¿Y tú, pequeña sonriente, quien haz de ser? ¿Hablas, verdad? Dime que hablas, me pongo nervioso cuando mantienen mucho silencio. No me gusta el silencio en las personas. Por eso hablo mucho. -El barquero hablaba veloz, casi tartamudeante, y la niña trataba de articular una palabra entre los ínfimos espacios que dejaba el hombre.
-No lo se -dijo ella con una dulce voz-
-¡Lo sabia! No sabes hablar. No te preocupes, solo asienta con la cabeza si te pregunto algo.
-¡No! Quise decir que no se mi nombre, no que no se hablar- La voz de la pequeña sonaba divertida, le causaban gracia las expresiones del barquero, pues sus extremidades delgadas y largas iban de aquí para allá constantemente imitando cada palabra.
-jeje, perdón. ¿He? ¿Cómo que no sabes tu nombre? Debes tener un nombre.
-Pues no lo se. ¿Donde estamos?
-¿No estabas escuchando cuando te dije que era el Mundo de los Sueños? Estos jóvenes de hoy en día.
-Si, pero ¿que es el Mundo de los Sueños?
-Ha, por supuesto. Es el lugar a donde se dirigen todas las conciencias cuando sueñan, cuando imaginan, cuando traspasan las barreras de la realidad. Vienen aquí a vivir sus sueños. O lo que queda de ellos.
-¿Aquí?- preguntó la niña, mirando el aspecto derruido del viejo muelle. Habían hecho algunos pasos y ahora podía ver el gran cartel que alguna vez adornó el muelle. Colgaba de un arco de metal de unos seis metros de alto, algunas de las letras habían caído hacia mucho tiempo atrás y las que quedaban, cubiertas de moho y óxido, no parecía que fuesen a durar mucho más.
-Si. Aquí. -dijo el barquero en un tono serio, la sombra de su sombrero le cubría gran parte del rostro que miraba el viejo cartel chirriante. -No fue hace mucho tiempo que esto estaba lleno de vida y colores. Los soñadores iban y venían en barcas de todas formas y tamaños, adornadas con oro, con flores, con velas de seda y no remos quebrados. Pero dejaron de venir. Este lugar calló en el olvido, como todo lo demás. El mundo cambió. Esta oscuro y frío, hay miedo y temor en los caminos. La niebla cubre el paisaje como la desesperación oculta los corazones de los soñadores. Pero no te preocupes, no es toda la tierra así. -dijo en un tono más tranquilizador.- todavía quedan muchos lugares que se resisten al reinado de la oscuridad. Ven. Tenemos que registrarte primero.
-¿Registrarme?
-Si. Una pequeña... Hu... imposición de nuestro... regente.
El barquero hizo una sonrisa claramente sarcástica y se acercó un barril lleno de tubos rojos. Tomó uno y lo guardó en uno de sus bolsillos, y a otro lo sostuvo en alto y le giró la base. Un fuego rojizo de gran luminosidad comenzó a brotar y el barquero empezó a caminar.
-Vamos pequeña, tenemos que caminar un poco para llegar a la aduana de sueños para registrarte. Mientras más temprano lleguemos, mas temprano terminaremos. Es un trámite engorroso. Aunque debería estar vacío. Espero que no demore. Odio los trámites. Odio las esperas.
Siguieron camino por un tiempo, primero por un caminito de tierra apenas marcado, luego por un sendero de piedras lisas, y luego tomaron una calle asfaltada y con veredas. La pequeña no vio nada de tránsito en ninguno de los caminos, y le llamó la atención que no hubiese más que niebla tras las rejas que se encontraban a los costados de la vereda. El barquero le dijo que hubo una época en la que todo eso eran casas, mansiones y parques, pero que ahora había desaparecido todo. Solo la niebla permanecía, impasible, espesa e inamovible.