Escritos adrenalinicos de enfebrecida imaginación

sábado, 15 de marzo de 2008

Caida

Me metí corriendo por el oscuro callejón, esquive un charco, salte una bolsa de basura y me detuve delante de una puerta oxidada. No había luces, ni nadie que me viera, así que patee la puerta hasta abrirla. Entre apurado al primer cuarto, abrí una puerta, salte otro escritorio viejo, tenía poco tiempo y muchos obstáculos. El lugar estaba infestado de escombros, polvo y telas de araña. Otra puerta, otro cuarto, y el acceso a las escaleras bloqueado por tejidos de alambre. Partí un pedazo de madera y comencé a usarla de palanca para lograr un hueco que me dejara seguir.
-Te dije que era inevitable, Caído.- me hablaba desde el otro lado del enrejado una figura vestida completamente de traje blanco, pero yo me esforzaba en abrir el hueco y no le prestaba atención.
-¡No me importa!-Respondí gruñendo, mientras traspasaba las rejas. Los alambres sueltos me hicieron un par de cortes pero pude pasar al fin. Seguí escaleras arriba, mi respiración agitada me hacia saber que mi cuerpo estaba pronto a rendirse mientras yo leía los carteles con la numeración de los pisos. Piso 1. Todavía faltaba mucho. Piso 2. La adrenalina explotaba en mi cuerpo cada vez que pensaba que podría no alcanzarla a tiempo. Piso 3. Piso 4. Mis pulmones saltaban dentro de mi pecho, mi corazón latía a ritmos frenéticos. Piso 6. Los músculos de mis piernas ardían dolorosamente, y al llegar al octavo piso tropecé y caí al piso.
-No llegaras a tiempo. El informe dice que no puedes hacer nada.- Dijo tranquilamente la figura de blanco, parado a un costado mío, con su pelo negro perfectamente alisado como su pulcro traje.
-No… me importa... lo que digas... -Hable jadeando.
-Has perdido el juicio, Caído. Esto va más allá de las reglas.
-Hace tiempo... que no... las sigo... -Recobrando el aliento y reincorporándome, limpie el sudor de mi frente con la manga de mi campera negra y seguí. No podía darme el lujo de parar, estaba a dos pisos. Tenia que llegar. Seguí corriendo a duras penas, los últimos escalones apenas pude arrastrarme. La puerta de la azotea no tenia cerrojos, solo me desplomé sobre ella para abrirla. Y la vi.
Vestida con su pollera de jeans, su remera violeta era un descanso de color en el ambiente gris del abandonado edificio y las nubes de lluvia. Ella caminaba sobre la cornisa, tarareando una canción y cantando los coros, con sus ojos marinos tan distraídos que ni siquiera me vio. Largue a correr de nuevo, exhausto, directamente hacia ella. Trepe a golpes a la parte elevada de la terraza, y de alguna forma rasgue mi pantalón negro y me raspe la pierna hasta sangrar. Estaba apenas a unos metros de llegar a ella, me estiraba para tomar su mano antes de que cayese, pero no lo logré. Ella termino su canción, y saltó. Observe sus suaves cabellos desaparecer tras la cornisa, y sin dudarlo un segundo salte detrás. Ella caía solo a unos centímetros, y yo estiraba mis brazos, en todo lo que pensaba era en abrazarla. No me importó nada más. Sabía que con ella a mi lado, podría cambiar cualquier cosa. Cerré mis manos, y la tome. La estreche con todas mis fuerzas contra mi pecho, y notaba el tiempo enlentecerse. Los pisos desaceleraban, el rocío se volvía distinguible como las gotas de sangre de mi brazo que flotaban mas arriba. El tiempo se detuvo. Parado en medio del aire, la figura de blanco me miraba detrás de sus reflejantes anteojos negros.
-Rompiste las reglas, Caído. Ella es una suicida, no puede ser salvada. Tú, su ángel guardián deberías saberlo más que cualquiera de nosotros. Habrá consecuencias.
-Lo sé, Arcángel. Pero no puedo dejar que un alma tan sensible, tan inocente, se vaya al infierno. -Dije tranquilamente, y estire mis alas tanto como pude.- y no me importa. Si quieren mandarme en su lugar tendrán que esperar a que me muera, ahora soy humano.
-Que así sea.- Dijo la figura de blanco, que tras cubrirse completamente con sus alas, desapareció sin dejar rastro. El tiempo volvió a la normalidad, pero nosotros caíamos lentamente, mientras mis alas se deshacían en negras plumas. Me apoye sobre la pared, y deje mi cuerpo se desplomase hasta sentarme en el piso, con ella desmayada en mis brazos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

fantastico como siempre, me gusto mucho este tengo que hacerme del tiempo suficiente para leer el resto de los cuentos pero por lo menos este me encanto, gracias por acordarte de que me gustan tus escritos, segui asi por favor que me encanta lo que haces.

leandro

Anónimo dijo...

Wuau , me gusto tu cuento . Para mi es laaargo XD es porke iwal leo poko pero bueno es lo ke hay . Me gustó la forma komo te expresas :D kuidate

Alexandrithaa dijo...

Precioso, realmente...
La verdad es que soy super buena para leer y puedo decir que es uno de los cuentos mas bellos que he leido.
Tienes una sensibilidad muy especial, seguire visitandote para continuar deleitandome con tus escritos

Gittana dijo...

Hola... entre por medio de alexandrithaa, y no me arrepiento...